lunes, 18 de mayo de 2009

El peón y el hacendado


Un hacendado se va por negocios a la ciudad por dos semanas, y deja todo al cuidado de su capataz.


-Ya sabes, cuida bien todo, no vaya a pasar algo.


-No se preocupe patrón, que nada va a suceder.


-No sé, es que tú eres bien bruto.


Dos semanas después vuelve el hacendado.


-Y, Cholo, ¿Alguna novedad?


-No patroncito, nada ha pasado.


-¿Estás seguro? Que tú eres medio bruto.


-Bueno, ahora que lo dice, sí pasó algo, se murió su gato.


¡Mi gato! ¿Cómo que se murió mi gato?


-Se murió de indigestión.


-¿Cómo que de indigestión? Si sólo comía atún y caviar.


-Es que comió carne de caballo.


-¿Qué caballo?


-Su caballo pues patrón, es que se murió y había que aprovechar la carne.


-¡Bruto! ¿Qué pasó con mi caballo de paseo?


-Se murió del esfuerzo.


-¿Qué esfuerzo?


-Pues de cargar agua.


-¡Agua! ¿Para qué?


-Para apagar el incendio.


-Qué incendio?


-El de su casa, pues.


-¿Mi casa de campo? ¡Qué le hiciste a mi casa!


-Nada, se quemó por la vela.


-¿Qué vela?


-La del velorio de su esposa.


-¡Mi esposa infeliz! ¿Qué le pasó?


-Se murió de la impresión.


-¿Qué impresión?


-¡Sí! De la impresión de ver a sus hijos ahogarse.


Y el hacendado le empieza a retar al capataz cuando éste suplicando dice:


-¡Ya no más! ¡Ya no más patroncito! De haber sabido que se iba a poner así, no le contaba lo del gato.

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